
Ninguno estamos exentos de sufrir una enfermedad o accidente, con la consecuencia posible de una pérdida total y permanente de nuestra capacidad de decisión.
Si bien es cierto que una situación de pérdida permanente de nuestra capacidad cognitiva limitaría nuestra capacidad sensitiva hacia nosotros y nuestro entorno, con lo cual sería difícil cuantificar el dolor y el sufrimiento, no es menos cierto que ese sufrimiento se lo traspasamos de forma involuntaria a nuestros familiares y amigos.
Yo no quiero que mis hijas, mi mujer, hermanos etc. tengan que hacerse cargo de una situación compleja, crítica y traumática. Sin ninguna posibilidad de superación de las circunstancias que me mantengan en ese estado, con la única convicción de que la decisión está en manos del “Todopoderoso”.
Me niego rotundamente a que tengan que soportar día a día, semana a semana, mes a mes, año a año una pesada losa que les trunque la vida y la felicidad en espera de que se produzca un milagro imposible, con la única y perseverante cualidad humana capaz de hacer “soportable” esa situación, la fidelidad.
Designo que se mantengan fieles a mi convencimiento de que, llegado el caso, acepten mi muerte como algo natural, y por lo tanto, he tomado la meditada decisión de acogerme a la posibilidad legal que se me ofrece, con el Testamento Vital, de negarme voluntariamente a que se me alargue la vida de forma artificial una vez que la situación vital sea irreversible. Animo a todo aquel que lea este artículo, a que recapacite sobre ello y actúe en consecuencia.
Para quién tenga interés en informarse más sobre el Documento de Voluntades Anticipadas, lo podrá hacer pinchando aquí…
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