El caso de Eluana Englaro, me ha hecho reflexionar sobre las condiciones en las que se mantiene con vida de forma artificial, sin meta aparente, como la continuidad de la vida de una forma digna y consciente (salvo los motivos mediáticos aprovechados por la clase política y el Vaticano).
Ninguno estamos exentos de sufrir una enfermedad o accidente, con la consecuencia posible de una pérdida total y permanente de nuestra capacidad de decisión.
Si bien es cierto que una situación de pérdida permanente de nuestra capacidad cognitiva limitaría nuestra capacidad sensitiva hacia nosotros y nuestro entorno, con lo cual sería difícil cuantificar el dolor y el sufrimiento, no es menos cierto que ese sufrimiento se lo traspasamos de forma involuntaria a nuestros familiares y amigos.
Yo no quiero que mis hijas, mi mujer, hermanos etc. tengan que hacerse cargo de una situación compleja, crítica y traumática. Sin ninguna posibilidad de superación de las circunstancias que me mantengan en ese estado, con la única convicción de que la decisión está en manos del “Todopoderoso”.
Me niego rotundamente a que tengan que soportar día a día, semana a semana, mes a mes, año a año una pesada losa que les trunque la vida y la felicidad en espera de que se produzca un milagro imposible, con la única y perseverante cualidad humana capaz de hacer “soportable” esa situación, la fidelidad.
Designo que se mantengan fieles a mi convencimiento de que, llegado el caso, acepten mi muerte como algo natural, y por lo tanto, he tomado la meditada decisión de acogerme a la posibilidad legal que se me ofrece, con el Testamento Vital, de negarme voluntariamente a que se me alargue la vida de forma artificial una vez que la situación vital sea irreversible. Animo a todo aquel que lea este artículo, a que recapacite sobre ello y actúe en consecuencia.
Para quién tenga interés en informarse más sobre el Documento de Voluntades Anticipadas, lo podrá hacer pinchando
aquí…